viernes, 23 de mayo de 2008

Luis Cernuda en su propia voz.


A continuación se presenta una pequeña selección poética de Luis Cernuda conformada por seis poemas representativos de su obra, todos ellos recitados por el propio autor.



Déjame esta voz

Déjame esta voz que tengo,
lo mismo que a la pampa le dejan
sus matorrales de deseo,
sus ríos secos colgando de las piedras.

Déjame vivir como acero mohoso
sin puñas, tirando en las nubes;
no quiero saber de la gloria envidiosa
con rabo y cuernos de ceniza.

Un anillo tuve de luna
tendida en la noche a comienzos de otoño;
lo dí a un mendigo tan joven
que sus ojos parecían dos lagos.

Me ahogué en fin, amigos;
ahora duermo donde nunca despierto.
No saber más de mí mismo es algo triste;
dame la guitarra para guardar las lágrimas.







He venido para ver

He venido para ver semblantes
amables como viejas escobas,
he venido para ver las sombras
que desde lejos me sonríen.

He venido para ver los muros
en el suelo o en pie indistintamente,
he venido para ver las cosas,
las cosas soñolientas por aquí.

He venido para ver los mares
dormidos en cestillo italiano,
he venido para ver las puertas,
el trabajo, los tejados, las virtudes
de color amarillo ya caduco.

He venido para ver la muerte
y su graciosa red de cazar mariposas,
he venido para esperarte
con los brazos un tanto en el aire,
he venido no sé por qué;
un día abrí los ojos: he venido.

Por ello quiero saludar sin insistencia
a tantas cosas más que amables:
los amigos de color celeste,
los días de color variable,
la libertad del color de mis ojos;

Los niñitos de seda tan clara,
los entierros aburridos como piedras,
la seguridad, ese insecto
que anida en los volantes de la luz.

Adiós, dulces amantes invisibles,
siento no haber dormido en vuestros brazos.
Vine por esos besos solamente;
guardad los labios por si vuelvo.







Impresión de destierro

Fue la pasada primavera,
hace ahora casi un año
en un salón del viejo Temple, en Londres,
con viejos muebles. Las ventanas daban,
tras edificios viejos, a lo lejos,
entre la hierba el gris relámpago del río.
Todo era gris y estaba fatigado
igual que el iris de una perla enferma.

Eran señores viejos, viejas damas,
en los sombreros plumas polvorientas;
un susurro de voces allá por los rincones,
junto a mesas con tulipanes amarillos,
retratos de familia y teteras vacías.
La sombra que caía
con un olor a gato,
despertaba ruidos en cocinas.

Un hombre silencioso estaba
cerca de mí. Veía
la sombra de su largo perfil algunas veces
asomarse abstraído al borde de la taza,
con la misma fatiga
del muerto que volviera
desde la tumba a una fiesta mundana.

En los labios de alguno,
allá por los rincones
donde los viejos juntos susurraban,
densa como una lágrima cayendo,
brotó de pronto una palabra: España.
Un cansancio sin nombre
rodaba en mi cabeza.
Encendieron las luces. Nos marchamos.

Tras largas escaleras casi a oscuras
me hallé luego en la calle,
y a mi lado, al volverme,
ví otra vez a aquel hombre silencioso,
que habló indistinto algo
con acento extranjero,
un acento de niño en voz envejecida.

Andando me seguía
como si fuera solo bajo un peso invisible,
arrastrando la losa de su tumba;
mas luego se detuvo.
«¿España?», dijo. «Un nombre.
España ha muerto.» Había
una súbita esquina en la calleja.
Le ví borrarse entre la sombra húmeda.







Estoy cansado

Estar cansado tiene plumas,
tiene plumas graciosas como un loro,
plumas que desde luego nunca vuelan,
mas balbucean igual que loro.
Estoy cansado de las casas,
prontamente en ruinas sin un gesto;
estoy cansado de las cosas,
con un latir de seda vueltas luego de espaldas.

Estoy cansado de estar vivo,
aunque más cansado sería el estar muerto;
estoy cansado del estar cansado
entre plumas ligeras sagazmente,
plumas del loro aquel tan familiar o triste,
el loro aquel del siempre estar cansado.







Si el hombre pudiera decir

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.







Donde habite el olvido

Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.





6 comentarios:

Víctor Manuel dijo...

Qué manjar esta poesía en la voz del poeta. Gracias por compartirla. A cualquiera le llenan la noche estas palabras.

Roig i Negre dijo...

Gracias a tí por el comentario, Victor Manuel.
Seguiremos publicando mensualmente poesía recitada por sus propios autores, y musicalizada por distintos artistas. Todo ello lo podrás encontrar en la sección Sones Literarios.
Del mismo modo, aceptamos cualquier sugerencia o colaboración.
Para contactarnos: roiginegre.blogspot/arroba/gmail.com
Nuevamente gracias por tu comentario y un cordial saludo.

Anónimo dijo...

Hola Roig i Negre, qué maravilla escuchar al propio Cernuda. Gracias. POr cierto, te puedo enviar poemas míos grabados en mi propia voz, vaya si no te gustan no los publicas y ya. Soy Consuelo Tomás de Panamá, podrás encotrarme en la red, por ahí...

Roig i Negre dijo...

Gracias por el comentario, Consuelo.
Me parece una idea excelente que envies tus poemas para poder publicarlos. Quedo a la espera...
Un cordial saludo.

Fede dijo...

Buscando un poema de Cernuda recalé en su blog. Me tomé el atrevimiento de crear un link desde uno de lo míos. Le agradezco la ayuda involuntaria.

Roig i Negre dijo...

Agradezco la visita, el atrevimiento de crear el enlace, la ayuda voluntaria y el comentario.
También he aprovechado para visitar sus blogs y, sinceramente, me encontré en lugares comunes: el amor a la "sabiduría" o más bien a la prevención contra los engaños del lenguaje, el apego a dialogar con Ion, el gusto por el estilo unamuniano, ...
Un cordial saludo.